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El collar de moscas de Egipto

moscas de oro

Las primeras moscas artesanas aparecieron en Egipto por vez primera hace más de 5000 años, al final del Período Predinástico (sobre el 3500-3200 adC), en la fase conocida como Naqqada II. Seguramente estos artefactos no eran nada más que amuletos, es decir, objetos portátiles a los que supersticiosamente se le atribuyen algunas virtudes sobrenaturales, como atraer la buena suerte o alejar —efecto apotropaico— las desgracias (a los enemigos, a los espíritus malignos o a las enfermedades y plagas). Eran objetos muy sencillos normalmente fabricados de materiales diversos como puedan ser la piedra, la porcelana, la loza o el vidrio.

La cultura del dar importancia al objeto mosca continuó durante los Períodos Arcaico, Antiguo y Medio, en los que vemos que dicho insecto —profusamente representada en los jeroglíficos— comenzó a tomar significados simbólicos, y llegó hasta el Nuevo (1550 – 1070 adC), siendo de este último del que tenemos más y mejor documentación y en el cual la mosca pasa a ser representada también en algunos objetos rituales, como en las varitas mágicas que los egipcios de la antigüedad faraónica construían de diversos materiales, como el marfil de los hipopótamos, y en el que la mosca se convirtió, al parecer, en un importante premio al valor militar.

Hablando en general, diremos que las condecoraciones son insignias que se conceden a las personas como reconocimiento de servicios o actos distinguidos y premio por ellos. Las actuales suelen se otorgadas por el Estado, pero también pueden serlo por la Iglesia, partidos políticos, logias masónicas, o por casi cualquier grupo o asociación. Reciben generalmente el nombre de cruces o medallas, tienen diversas formas, y suelen ser de oro, plata, cobre o bronce (aunque también de hierro, por el carácter grandemente simbólico —fuerza, resistencia, capacidad de sufrimiento— de este metal). La ciencia que estudia las condecoraciones es la falerística.

Ahora hemos aprendido que las condecoraciones se conocen desde época muy remota. En el Egipto de los Faraones existían collares —otorgados por mor de los merecimientos de quien los recibía— de los que colgaban leones de oro, con no otros significados simbólicos que los que se les atribuiría en la actualidad: fuerza y dominio. Pero también existían otros collares de los que lo que colgaban moscas. A ellos nos referíamos cuando recién hablábamos de importantes premios al valor militar.

¿Qué simbolizan las moscas?

Pues a pesar de ser criaturas muchísimo más pequeñas que los leones, también simbolizan la fuerza y el dominio. Y a eso habría que añadirle la persistencia y la perseverancia.

sistro

Según el British Dictionary of Ancient Egypt, la mosca es el signo jeroglífico de la palabra determinado o decidido, y se corresponde con un sonido parecido a la onomatopeya de la mosca zumbando. Se supone que eso es así porque la mosca, que tiende a merodear en los campos de batalla donde la sangre ha sido derramada y a no abandonar ese escenario, se comporta de igual manera que un enemigo obstinado: por mucho que trates de alejarlo vuelve una y otra vez a su empresa, con la idea de que tal vez se pueden ganar batallas cansando al contrincante y llevándolo al máximo grado de exasperación.

Estas condecoraciones militares hechas para ser llevadas al cuello y basadas en el poder simbólico de la mosca podrían llamarse —y nosotros las llamaremos así— las Moscas de Oro al Valor, y se cree que constituían un honor otorgado a las personas que tomaron parte en la ardua lucha de expulsar a los hicsos de Egipto. Las más famosas de todas las Moscas de Oro al Valor son las de la imagen superior, y proceden del ajuar funerario de la reina Anhotep, en Dra-Abu-el-Nagga, cerca de Tebas (circa 1570-1540 adC).

Senajtenra y su esposa Tetisheri eran príncipes de Tebas en un Egipto que se hallaba dividido en varios principados, todos ellos dependientes en mayor o menor grado del faraón de Menfis de la Dinastía XV. Esta dinastía estaba conformada por un pueblo asiático, los hicsos, que habían invadido Egipto sesenta años antes.

A la muerte de Senajtenra accedieron al trono tebano Seqenenra, el hermano mayor de Ahhotep, y la propia Ahhotep, que se convirtió en su esposa siguiendo las ancestrales costumbres. La nueva pareja real, asesorada siempre por la madre de ambos, Tetisheri, así como por un consejo formado por militares, nobles, escribas y sacerdotes, decidieron en secreto comenzar a plantar cara a los hicsos y a sus aliados. Y el desencadenante del levantamiento fue que poco después de que Seqenenra asumiera el trono, una embajada hicsa llegó a Tebas exigiendo que fuesen sacrificados los hipopótamos sagrados del templo de Amón, porque sus bramidos no dejaban dormir al faraón (¡quien vivía a cientos de kilómetros de Tebas!). La provocación terminó con un ejército tebano a cuya cabeza marchaba Seqenenra el Bravo saliendo de la ciudad sureña con el objetivo de liberar a Egipto del yugo hicso.

Mientras, en Tebas quedó acantonada el resto de familia real, a saber: la reina madre Tetisheri y todos los príncipes y princesas, a la cabeza de los cuales, la reina Ahhotep, quien se encargó del gobierno en la ausencia de su marido.

Seqenenra fue severamente derrotado en la batalla y murió en ella, dejando viuda a Ahhotep, que no tardaría en coronar rey a Kamose, tal vez el hijo de Seqenenra, tal vez su hermano. Pese a que el nuevo rey también estaba casado, la valerosa Ahhotep siguió llevando la voz cantante y asumendo la regencia en Tebas, mientras el rey se atareaba ahora combatiendo no sólo con los hicsos en el norte sino también con los nubios en el sur. No sabemos si fueron heridas de guerra o tal vez alguna enfermedad, pero el caso es que el joven Kamose falleció y volvió a dejar vacante el trono.

El poder pasó entonces a Ahmose, hijo de Seqenenra y de Ahhotep y único miembro varón que quedaba en la familia. Como fuera que se trataba de un niño de apenas diez años (por cierto, con él debemos dar por comenzada la Dinastía XVIII), fue esta prodigiosa e incansable mujer llamada Ahhotep quien tuvo que asumir la regencia y terminar de echar a los hicsos.

museo el cairoLa deuda que Ahmose y todo Egipto tenía con la reina madre Ahhotep nunca se podría salvar. Agradecido por siempre a ella, Ahmose condecoró en una bella ceremonia a su madre con el magnífico premio del collar de las tres grandes moscas de oro (de 9 cm. de altura cada una) del que hablamos antes, y que actualmente puede verse en el Museo de El Cairo (al que corresponde la imagen de la izquierda) : era su forma de reconocer los grandes esfuerzos y sacrificios a los que se había sometido una reina entregada a su causa. Que sepamos, ninguna otra reina de Egipto recibió nunca esta condecoración militar. Es cierto que un collar con trenta y tres pequeñas moscas colgantes fue encontrado en la tumba de tres de las esposas de Tutmosis III, un faraón un siglo posterior a Ahmose pero todavía de la misma Dinastía XVIII, pero todo parece indicar que el collar perteneció no a las esposas, sino al propio faraón.

La Mosca de Oro al Valor es un collar muy hermoso porque el antiguo Egipto destacó sobremanera en el desarrollo de las artesanías, sobre todo en la metalistería, la cantería, la escultura y la joyería. Esta última servía no sólo para fabricar objetos ornamentales y de adorno, sino que también acarreaba profundos significados simbólicos, y tanto valía como indicación de riqueza y posición social como se asociaba a actividades religiosas.

Aquí cabe decir que la joyería solía estar asociada a los dioses, lo cual tenía consecuencias prácticas, pues forzaba a los artesanos a trabajar con la máxima dedicación y empeño, temerosos como estaban de que si no se aplicaban al máximo, podrían enfadar a la deidad en cuestión y ser terriblemente castigados por ella.

En cuanto a la importancia histórica de la Mosca de Oro al Valor, parece claro que este objeto fue utilizado en un momento dado como galardón para premiar logros militares, pero al parecer no sólo no se otorgaba siempre a los faraones como condecoraciones tras guerras o batallas —se les concedía igualmente en ocasiones especiales como la coronación, los aniversarios y cierto tipo de fiestas reales llamadas Heb Sed—, sino que incluso parece claro que se utilizaba para agraciar y recompensar a cualquier cortesano que lo mereciera. De hecho, se han encontrado muchos dibujos representando a destacados funcionarios no militares portando la Mosca de Oro del Valor, y también se han encontrado colgantes de moscas en sus tumbas. Por ejemplo, colgantes de moscas fueron encontrados en la tumba de Senmut, el mayordomo real de la famosa reina Hatshepsut (también de la XVIII Dinastía, gobernó entre Tutmosis II y Tutmosis III): uno de ellos era de oro y otro de plata. También había representaciones en las paredes. Y estatuas, como la de un hombre con colgantes de moscas alrededor de su cuello que fue encontrada en Tell Edfu.

Entre los poseedores de este tipo de moscas que sí eran miembros de la realeza, cabe mencionar, aparte de la ya referida reina Ahhotep y de las tres mujeres de Tutmosis III también citadas con anterioridad, a la reina Tawosret, ya de la XIX Dinastía.

Las moscas también aparecieron en muchas culturas vecinas. En Nubia, los amuletos consistentes en moscas con la cabeza dorada eran frecuentes, y en la isla de Chipre han sido encontrados colgantes con moscas, pero probablemente sean de importación.

Otros collares

El collar Sheibu

collar shebiuEl collar Shebiu constituía, al igual que la Mosca de Oro del Valor, una condecoración honorífica. Apareció en el Imperio Nuevo, cuando fue adoptada por Tutmosis IV, y son muchos los faraones de dicha época histórica que fueron representados portando uno, o que fueron enterrados con dicho objeto: Amenhotep III, Amenhotep IV (más tarde conocido como Akenatón), Ay, Seti I… El último faraón en ser representado con uno de esos collares fue Ramsés II. Tutankamón también tenía muchos collares Shebiu, de los que destacan dos, uno que se depositó en el más interior de sus ataúdes y otro en la máscara de momia. Horemheb fue representado en un relieve de piedra caliza siendo condecorado ante el rey. Se le muestra de pie delante del faraón con sus brazos levantados en señal de júbilo, mientras que está siendo adornado con muchos collares Shebiu. El faraón Ay también fue representado de la misma manera en otro relieve.

Al igual que el collar de las moscas de oro, el collar Shebiu también se concedía a cortesanos que hubiesen prestado servicios distinguidos en las carreras civiles, como es el caso, por ejemplo, de Khaa, un arquitecto que trabajó durante Amenhotep II y Amenhotep III. También podía concederse a personajes de la clase alta en general. Un collar Shebiu fue encontrado en un entierro en Qurna que pertenecía a una mujer de principios de la Dinastía XVIII: como el enterramiento intacto de esta mujer incluye joyas costosas de alta calidad, no es arriesgado suponer que la persona o pertenecía a la familia real, o era miembro de una familia muy adinerada. ¿Otro ejemplo de miembro importante de la sociedad que fue representado con algún collar Shebiu? Amenhotep, sumo sacerdote de Amón en Karnak durante la Dinastía XVIII [El nombre Amenhotep es un nombre egipcio que significa ‘el Dios Amón está satisfecho’, y fue llevado no sólo por algunos faraones y príncipes, sino también por otras personas de la nobleza, como el sumo sacerdote al que acabamos de hacer referencia. Los griegos convirtieron la palabra ‘Amenhotep’ en ‘Amenofis’].

El collar Menat

El collar Menat era otro importante artículo de la joyería del antiguo Egipto. Aparecido por primera vez en el Reino Antiguo lucido por Nebet y por Sesheseshet, dos sacerdotisas de la diosa Hathor, el significado histórico exacto de este collar es todavía desconocido. Fue asociado ampliamente no sólo con dicha diosa, sino también con el sacerdocio, con la música — siendo representado a menudo junto con sistros (en la segunda de las imágenes del centro, concubinas tebanas tocando el sistro, hacia 1400 adC)—, y con los cultos funerarios.

collar menatEl collar Menat fue representado y ha aparecido en muchos lugares diferentes en todo el Antiguo Egipto debido no sólo a los muchos significados que evoca sino también a la gran cantidad de rituales de cuya liturgia formaba parte. Ya en la Dinastía XII, el rey Amenemhat III fue representado con un collar Menat como parte de un traje sacerdotal que una vez llevó. En el Imperio Medio, los bailarines masculinos eran representados en las tumbas llevando un collar Menat mientras realizaban rituales para los muertos. En una pintura, los bailarines sostenían menats en sus manos, así como alrededor de sus cuellos, con una inscripción al lado que decía que estaban ofreciendo menats a la diosa Hathor, para que ella protegiese el espíritu del difunto, y para concederles una vida larga y la demolición de sus enemigos. Por otra parte, las jovencitas que aparecían en el cortejo fúnebre de la reina Nofru, llevaban este collar. Menats también fueron encontrados en estatuillas funerarias femeninas.