
Tal vez su nombre no sea excesivamente conocido todavía, pero Damien Hirst (n. 1965, ver foto inferior) es el creador vivo más cotizado del mundo y una de las personas más adineradas del Reino Unido (hay quien le calcula una fortuna superior a los mil millones de dólares, más de lo que atesoran otros conocidos magnates compatriotas suyos, como los cantantes Mick Jagger —n. 1943— o Elton John —n. 1947— ).
Se trata de un artista polémico (se diría que vive de ello) y es famoso, entre otras cosas, por sus dos calaveras artísticas: una recubierta de diamantes y otra, de moscas. Veámoslas una por una.
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Calavera de moscas vs calavera de diamantes
La calavera cubierta de diamantes
La primera, llamada For the Love of God y que se ha convertido en una de las obras más famosas del arte contemporáneo desde que en junio de 2007 se exhibiera por primera vez en la galería de vanguardia londinense ‘White Cube’, en la exposición Beyond Belief, consiste en un cráneo humano auténtico trabajado con platino y pedrería preciosa que mantiene a la vista los dientes del cráneo sobre el que está moldeada la escultura.
Sabemos —porque él mismo lo hizo público— de dónde sacó Hirst la calavera (de una tienda del norte de Londres), de cuántos pedruscos consta (8.601, incluyendo un gran diamante rosa que se sitúa en el centro de la pieza), cuánto pesa (exactamente 1.106,16 quilates —un quilate son 0,2 gramos—), quién la fabricó (Bentley & Skinner, conocido joyero de la londinense Bond Street; se dice que es el encargo de joyería más caro desde las Joyas de la Corona británica), por qué la obra se titula ¡Por el amor de Dios! (porque es lo que exclamó su madre cuando el artista le explicó lo que estaba haciendo), cuánto dinero le costó la obra (20 millones de euros), y por cuánto la vendió (por 75 millones, lo que la convierte en la obra de arte más cara del mundo).
Lo que no estaba tan claro era quién la compró el 30 de de agosto de 2007. Al parecer se trataba de un misterioso grupo de inversión no identificado que se declaró dispuesto a pagar en metálico y sin ningún tipo de descuento alguno el precio fijado inicialmente por el artista y su galería.
Según informó en su momento el vespertino ‘Evening Standard’, el artista no quiso perder todo el control sobre su obra y puso una serie de condiciones a los compradores, como exhibir la obra durante los tres o cuatro años siguientes, pues Hirst dejó bien claro que no deseaba que la calavera acabase en una caja fuerte, sino que quería que pudiese verla mucha gente.
Posteriormente se supo que el propio Hirst, su manager y uno de sus galeristas pertenecían al consorcio adquirente.
La calavera cubierta de moscas
En cuanto a la calavera recubierta de moscas, llamada Fear of Death (‘Miedo a la muerte’), diremos que se hizo famosa en la fabulosa exposición que, con el objeto de enseñar a sus espectadores a domesticar la muerte, organizó el museo Maillol de París (59-61, rue de Grenelle, Paris VIIe) entre febrero y junio de 2010 con el titulo «C’est la vie ! Vanités de Caravage à Damien Hirst» («¡Es la vida! Las Vanidades de Caravaggio a Damien Hirst»).
La muestra reunía más de 160 obras —pinturas, mosaicos, esculturas, joyas y fotografías— para recordar al hombre el carácter vano de su existencia de cara a la muerte ineluctable (mors certa, hora incerta). El hilo conductor de la fascinante exposición que reunía calaveras, espectros, huesos y esqueletos era la contradicción entre el hecho de que vamos a vivir poco y antes de que nos demos cuenta estaremos todos convertidos en polvo —lo que los antiguos romanos lo resumían en dos célebres adagios: el memento mori («recuerda que has de morir») y el carpe diem («aprovecha el momento»)— y el hecho de que a pesar de lo anterior nos empeñamos en engordarle el caldo a la vanitas vanitatis de la que habla el Eclesiastés, uno de los Libros Sapienciales del Antiguo Testamento.
Esa contradicción ha sido interpretada y reinterpretada a lo largo de 2000 años de historia por la mayoría de los grandes artistas, tanto clásicos como modernos o contemporáneos, y la exposición del Maillol exponía una pequeña pero absorbente muestra que incluía un abanico tan amplio como para englobar desde un mosaico italiano de Pompeya del siglo primero después de Cristo hasta el objeto de este artículo, el citado Damien Hirst (n. 1965), pasando por Caravaggio (1571-1610), Francisco de Zurbarán (1598-1664), Il Genovesino (1605-1656), Théodore Géricault (1791-1824), Paul Cézanne (1839-1906), Pablo Picasso (1881-1973), Georges Braque (1882-1963), Andy Warhol (1928-1987), Antonio Saura (1930-1998), Robert Maplethorpe (1946-1989), Jean Michel Basquiat (1960-1988), Yan Pei Ming (n. 1960) o Piotr Uklanski (n. 1968). Buena parte de todas estas obras provenían de colecciones privadas y difícilmente volverán a verse en público en alguna otra ocasión.
De todas esas obras la calavera cubierta de moscas aportada por Hirst fue, según Patrizia Nitti, directora artística del museo Maillol, «la maravillosa sorpresa» de la exposición. «Pensábamos que era una broma. Pero la obra acaba de llegar y es una pequeña maravilla. Incluso los dientes son en ala de mosca», exclamó.
Realmente Fear of Death (‘Miedo a la muerte’) no es una escultura, sino una colección de ellas, una edición de calaveras humanas reales pintadas y cubiertas de moscas muertas. La exposición ya contaba con una, realizada en 2007, «pero la que acaba de llegar es mucho más hermosa, porque está completa» (no es una half skull, como la otra), declaró Nitti sin ocultar su entusiasmo.
Orginalmente las calaveras de moscas (Fear of Death) tenían que acompañar a la calavera cubierta de diamantes (For the Love of God), en la mentada exposición ‘Beyond Belief’ realizada en la galería de exposiciones ‘White Cube’ en Londres en 2007, pero a última hora Hirst decidió retirarla puesto que se dio cuenta de que la calavera cubierta de diamantes era tan perfecta que no podía compartir espacio con ningún otro objeto.
Pero eso no quita que una no nos dé el contrapunto adecuado de la otra. Refiriéndose a ese conjunto de dos obras, Hirst declaró lo siguiente: «Es la muerte sobre la victoria y la victoria sobre la muerte». Y también: «Lo tosco debe ir junto con lo suave. Lo que sube debe bajar. Hay un yin y un yang para esos compañeros, para el diamante y para la mosca.»