
Un grupo de investigadores del Instituto Max Planck de Ornitología de Seewiesen (Baviera, Alemania) dirigido por Stefan Greif ha estudiado durante cuatro años la vida de una colonia de murciélagos ratoneros grises (Myotis nattereri; la imagen es de Ján Svetlík) y otra de moscas (Musca domestica) asentadas en una cueva de Marburg, Alemania: querían saber en qué condiciones los primeros encuentraban su alimento comiéndose a las segundas. El estudio fue publicado en la prestigiosa revista Current Biology.
Tabla de contenidos
Estudiando el ruido de las moscas
El caso es que sabemos que a los murciélagos ratoneros les gusta mucho comer moscas, pero cuando ellos empiezan a activarse, tras la caída del sol, ellas dejan de revolotear y se limitan a posarse en los techos y descansar o como mucho a caminar tranquilas. Normalmente son demasiado pequeñas y sigilosas para el sistema de ecolocalización (algo así como un radar) del mamífero volador, que no llega a detectarlas, por lo que los investigadores se preguntaban cómo era posible que tantas moscas diurnas acabaran en el vientre de los murciélagos cuando deberían ser invisibles para estos predadores. La conclusión a la que llegaron es que cuando el instinto llama a las moscas a la reproducción, el subsecuente acto sexual constituye un evento lo suficientemente ruidoso y delator —debido a que el macho de la mosca común bate con fuerza las alas y emite un zumbido de amplia frecuencia— para que los murciélagos puedan identificar y situar a la parejita, que deja de ser invisible y pasa a ser atacada y comida: ¡un bocado con doble ración de nutrientes!
Analizando las más de 9.000 grabaciones de que constaba el estudio, se encontró:
- Que únicamente eran atacadas las moscas entregadas al sexo.
- Que aunque la media era de un 5%, la tasa de parejas copuladoras ingeridas llegó alguna noche superar el 25% (de cada cuatro parejas copuladoras… ¡una era devorada!), por lo cual Greif explica que ese hecho pone a los dípteros ante un dilema esencial: “si copulan durante más tiempo, tienen más posibilidades de engendrar, porque pueden liberar más esperma y porque reducen las oportunidades de que la hembra sea fecundada por otro macho. Pero el riesgo de muerte para la pareja aumenta”.
Por qué las moscas hacen ruido
Para que los científicos del Max Planck aseguraran que es precisamente el sonido de las alas de la mosca macho al copular el que alerta a los murciélagos y no otra cosa, debieron antes descartar otras hipótesis, la principal de las cuales era que tal vez fuese el mayor tamaño de la pareja frente al del individuo aislado lo que facilitase su ecolocalización. El experimento de refutación consistió en colgar varias parejas de moscas sin vida —por lo que evidentemente no emitían sonidos— en el techo en la postura que éstos insectos acostumbran a utilizar en la copulación, pero los biólogos descubrieron asombrados que aunque las moscas se hallaban muy expuestas y eran por lo tanto muy vulnerables, sólo eran atacadas cuando el montaje se acompañaba de una grabación de los sonidos de la cópula, en cuyo caso esos intrépidos mamíferos asociados a la nocturnidad llamados murciélagos atacaban las bocinas.
Cuando cualquier animal comestible (¿cuál no lo es?) se aparea, se expone a ser devorado por sus depredadores por tres motivos:
- Porque se coloca en situaciones y posturas que no son las más adecuadas para salir corriendo o volando de forma apresurada en caso de necesidad.
- Porque se hacen más detectables al llamar más la atención su alboroto.
- Porque su atención hacia el entorno disminuye considerablemente por estar las criaturas más concentradas en aquello que le hace pasar un buen rato.
Como consecuencia de todo ello podemos decir que el sexo se convierte en una actividad de riesgo. Eso, que es especialmente cierto y trágico al mismo tiempo en el campo de la entomología, ya lo sabíamos o cuanto menos intuíamos desde hace más de cien años, pero ahora el estudio del Max Plank ha dejado evidencias empíricas de ello tan claras que podemos decir que la teoría ha quedado validada científicamente (al menos en el caso concreto de los murciélagos ratoneros y de las moscas).
¿Adaptan las moscas su comportamiento a los posibles peligros mientras se aparean?
Greif pretende seguir investigando para descubrirlo, pero parece bien claro que la mayoría de los insectos deben de enfrentarse al mismo dilema que las moscas: sexo despacito y placentero Y VIDA o sexo rapidito Y PELIGRO Y TAL VEZ MUERTE debido a depredadores dispuestos a aprovechar las uniones sexuales de sus presas para para pillarlos in fraganti en esos íntimos momentos y disfrutar de un dos por uno en su comida.
Base de este studio:
Björn M. Siemers, Eva Kriner, Ingrid Kaipf, Matthias Simon, Stefan Greif: “Bats eavesdrop on the sound of copulating flies”. Current Biology.